¿Quién alguna vez no ha visto a un pequeño alejarse de un ruido o un sonido fuerte? Un cumpleaños feliz cantado que lo obliga a apartarse, el ladrido de un perro que lo asusta o una bocina que hace que se tape los oídos son algunas de las señales que podrían dar cuenta de esta patología. Otorrinolaringólogos nos ayudan a entender qué es, qué hacer ante síntomas y cuál es el tratamiento.

“La hiperacusia se da porque en el oído interno hay una mayor sensibilidad en la detección de los sonidos, que se encuentran como exacerbados. El paciente los percibe en otro volumen y en otra identidad; son molestos y sobre todo en chicos se da”, explica el doctor Victorio Stok. Agrega que es necesario diferenciar la sensibilidad auditiva de la hiperacusia: “(la segunda) no es una reacción común, es una reacción sobre todo en que los ruidos agudos producen cefaleas, dolores de oído y perturban el desarrollo diario”, indica. “Produce muchas molestias al tener una mayor percepción de los sonidos. Con la contaminación sonora que hay, el paciente se siente incómodo, se perturba con los ruidos. No es una sensación agradable”, añade.

Quien posee la patología, es probable que la porte de nacimiento. La otorrinolaringóloga Mónica Barán comenta que recién cuando los niños pueden manifestar la incomodidad es cuando es posible darse cuenta de que un chico tiene hiperacusia. “Los maestros desde el jardín deben estar atentos a un chiquito que se tapa los oídos, que se aleja de situaciones de conflicto dónde haya gritos. Los niños lo manifiestan en forma gráfica”, advierte.

Sobre esta cuestión, el también otorrino Jaime Kaen puntualiza: “cuando se es bebé se puede tener hiperacusia. Vos ves que el chico se sobresalta pero no habla. A eso lo detectas en niños que por ahí pueden contar lo que les pasa”. Aañade que la hiperacusia suele disminuir con el tiempo, ya que se produce una desensibilización del oído, aunque admite que esta es variable. “No es igual en todas las personas, entonces es probable que desde los dos a cinco meses tenga (el chico) hiperacusia y que a los tres años se adapte y nunca te enteraste”, expone.

En la misma línea, el doctor Stok asegura que, generalmente, la hiperacusia puede durar hasta la adolescencia y a partir de ahí empezar a disminuir.

En este punto es necesario aclarar que también puede visibilizarse en la edad adulta. “O también ser posterior a alguna patología auditiva. Una persona que sufre repetidas otitis, por ejemplo, a lo largo de su vida, no nació con el problema, pero sí aumentó la sensibilidad por las patologías que fue sufriendo. Una lesión puede llevar a una hiperacusia, porque el oído queda más sensible, cómo también posterior a cirugías de oído, dónde también se ha manifestado”, ejemplifica la doctora Barán.

Síntomas y tratamiento

Los síntomas pueden ir desde la necesidad de alejarse de un ruido o taparse los oídos, hasta nervios, ataques de llanto, pánico o ansiedad. “Son muchos los síntomas, tienen (los chicos con esta condición) trastornos del sueño, se alejan de todo porque tienen miedo de que se expongan a un sonido que les genere síntomas”, acota Kaen.

El diagnóstico, afirman los tres especialistas, se realiza en la consulta médica y con la realización de estudios audiológicos al paciente. “No se necesitan estudios tan sofisticados para poder dar el diagnóstico”, asegura Barán.

“Cuando el chico tiene esos síntomas hay que consultar primero y hacer estudios para ver si la audición es normal. Generalmente, un chico con hiperacusia tiene normal todos los estudios audiológicos, pero lo podés detectar en los estudios aumentando los sonidos”, agrega Kaen, que detalla que una persona normal puede escuchar hasta 120 decibeles sin que genere ningún tipo de dolor o molestia, mientras que un chico con hiperacusia ya entre los 80 y 90 decibeles empieza a sentir dolor y puede llegar a tener mareos.

Al ser desconocida la causa, no existe un tratamiento médico que elimine la hipersensibilidad. “Los tratamientos se llaman higiénicos-sanitarios (y son) exponerlos a ruidos constantes o agudos, o dar a personas de cierta edad ansiolíticos como para bajar un poco el grado de estrés que supone”, comenta Stok.

Una cuestión importante, como parte de un posible tratamiento, podría ser la de ayudar al paciente: “tratar de que el ambiente sea agradable, evitar situaciones que puedan ser feas para él y concientizar”, resume Barán, que considera importante el aporte del entorno y campañas para no producir ruidos ambientales.

Kaen destaca que hay un tratamiento con un dispensador de sonido dónde se aumenta de forma gradual el volumen y se reproducen diferentes sonidos para que el paciente se acostumbre. “Con el dispensador aceleras el acostumbramiento. Si no, ese acostumbramiento puede ir lográndose solo, de manera espontánea”, agrega, pero admite que no es un tratamiento sencillo en chicos.

“No es ponerle el aparato y tenerlo un rato, lo tiene que tener ocho horas al día”, expresa. De cualquier manera, admite que han sido muy pocos los casos en los que ha sido necesario el dispensador de sonidos, utilizado en casos de gravedad.

No es sólo físico

Barán asegura que con la hiperacusia los problemas no son splo físicos. “No pueden diferenciar que alguien grita de felicidad”, asevera.

Así, la hiperacusia puede condicionar la calidad de vida de quien la padece por las implicancias emocionales que tiene. La especialista considera que no es una patología que se conozca y que suele relacionarse con que el chico es antisocial o no le gustan los ruidos, pero que el diagnóstico ayudaría a saber qué padece. “Conocer que ya existe (la hiperacusia) ya es muy importante para estar alerta. No hay manera de prevenirla, pero el conocimiento ayuda. Saber que existe nos abre la cabeza para estar atentos”, finaliza.

(Producción periodística: Nicolás Sánchez Picón)